La hambruna de Gaza puede medirse en las costillas salientes de una niña de 6 años. En la delgadez de sus brazos. En los kilos que ella y los que la rodean han perdido. En los dos tomates, dos chiles verdes y un solo pepino que un niño indigente puede comprar para alimentar a su familia ese día.
Hasta la semana pasada, Israel había bloqueado toda entrada de alimentos, combustible y medicinas en la Franja de Gaza durante 80 días, en un intento de presionar a Hamás para que liberara a los rehenes israelíes que aún retiene, mientras las negociaciones sobre un alto el fuego siguen estancadas.
Ante la creciente alarma internacional por su bloqueo total, Israel permitió la entrada de un poco de ayuda a partir de la semana pasada. Esto permitió reabrir algunas panaderías. Pero los funcionarios humanitarios dijeron que no sirvió de mucho para aliviar las enormes necesidades de Gaza ni para detener el avance del territorio hacia la hambruna. El martes comenzaron a distribuirse cantidades limitadas de alimentos a los residentes, en virtud de un plan muy criticado y respaldado por Israel.
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