4 DE FEBR
Fecha de infausta recordación en los anales históricos de la nación. Fecha en la que se intentó una traición a la Constitución Nacional. Y eso se hizo con alevosía, con nocturnidad, con violencia. Un grupo de oficiales, equipados con armas de la república, armas que existen para defender a la nación venezolana, utilizaron esas armas para tratar de derrocar al presidente constitucional de la república y para destruir la arquitectura institucional del país.
Una fecha en la que muchos compatriotas inocentes perdieron la vida defendiendo la residencia de la familia presidencial, La Casona, o las oficinas del presidente de la república en el Palacio de Miraflores.
El cuatro de febrero se presentó con el nombre de “Revolución”. Fue todo lo contrario. Regresamos a lo peor del siglo XIX. Al golpismo, a los cuartelazos, a la sargentada, a la violación del estado de derecho, al imperio de la arbitrariedad y del despotismo.
Recuerdo que por aquellos días estaba leyendo un libro que hablaba sobre un país que era tan atrasado que en ese país todavía se daban golpes militares contra gobiernos legítimos.
Han pasado más de treinta años desde aquel golpe infortunado. Los golpistas, para darle alguna justificación a su asonada, alegaron que lo hacían para combatir la corrupción, para combatir la injusta distribución de la riqueza y la existencia de un porcentaje elevado de la población que vivía en situación de pobreza y para combatir al imperialismo norteamericano.
Hoy, tres décadas más tarde de aquella fecha infausta, hay más corrupción que nunca en la historia de Venezuela. Hay más pobreza que nunca y estamos más entregados al imperialismo que nunca antes. Respiramos gracias a Chevron a Byden y a Trump ¡Qué vergüenza!
Afortunadamente, el pueblo venezolano insiste, con terquedad digna de la causa, en defender su derecho a vivir en democrácia, con respeto a las instituciones y que los ciudadanos de ese país encuentren oportunidades para el progreso y para la convivencia feliz de la familia venezolana.
Aquel acto bárbaro, primitivo y salvaje debe ser sepultado en el pasado como una de las fechas más desgraciadas y más nefasta de nuestra historia. Debe ser recordada solamente para aprender la lección de lo que nunca mas debe ocurrir.
Las armas de la república no deben servir jamás para cambiar gobiernos. Los gobiernos se cambian con los votos de la gente y nunca con los fusiles de nuestros soldados.
Los venezolanos aspiramos a vivir en un país en el que se repete el estado de derecho. En el que se respeten todos los derechos constitucionales consagrados en los textos de todas las constituciones que el país ha tenido a lo largo de su accidentada historia constitucional.
Aspiramos a vivir en un país en el que prevalezca la unión de todos los ciudadanos y el progreso de todos los ciudadanos.
Dejemos atrás la división, el atraso, la violencia, la pobreza y abramos el camino al crecimiento, al desarrollo, a la igualdad de oportunidades y a la felicidad de todos los venezolanos.
Seguiremos conversando.
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