Todas las miradas estarán puestas en la chimenea de la Capilla Sixtina para ver si sale humo negro o blanco en el primer día del cónclave para elegir al próximo Papa.
No podemos ver lo que está pasando en la capilla, pero el procedimiento de votación seguirá una tradición centenaria.
Se elegirán nueve cardenales al azar para desempeñar funciones específicas:
Tres escrutadores supervisarán la votación.
Tres infirmarii recogerán los votos de aquellos que estén demasiado enfermos para estar en la capilla.
Tres revisores verificarán los resultados.
Por orden de antigüedad, los cardenales se dirigirán a la mesa situada frente al altar, donde se sientan los escrutadores, para emitir su voto.
Tras emitirse todas las papeletas, el primer escrutador agita la urna para mezclarlas. El tercer escrutador las cuenta. Si el número de papeletas no coincide con el de electores, se queman y se vuelve a votar.
Si el número es correcto, el primer escrutador desdobla la papeleta, anota el nombre y se la pasa al segundo escrutador.
El segundo escrutador anota el nombre y pasa la papeleta al tercer escrutador.
El último escrutador lee el nombre en voz alta para que lo escuchen todos los cardenales y registra el voto. Mientras se lee el nombre, el escrutador enhebra una aguja en la papeleta con la palabra Eligo (“Elijo”) y la fija a las demás papeletas.
Tras leer todos los nombres, los cardenales sabrán si han elegido un nuevo papa. En cada ronda, las papeletas cosidas se colocan en una tercera urna para su incineración.
El color del humo de ese incendio le dirá al mundo cuando haya un nuevo papa.
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