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Google no quiere que la IA se quede en la pantalla

La robótica y la inteligencia artificial (IA) van de la mano. De nada serviría desarrollar robots humanoides capaces de levantar toneladas, con sensores de última generación, si no contáramos con un sistema inteligente que les permitiera interpretar el entorno y actuar en consecuencia. Sin IA, un robot moderno sería poco más que un montón de hardware sofisticado pero inútil. Son los algoritmos avanzados los que transforman esa potencia bruta en máquinas capaces de aprender, optimizar su rendimiento y responder de manera autónoma a los desafíos que se les presentan.

Desde ASIMO, el icónico robot de Honda de los 2000, hasta Sophia, Optimus de Tesla o Figure, la IA ha ido abriéndose camino en la robótica humanoide. Sin embargo, aún estamos lejos de ver máquinas que realmente igualen la versatilidad del cuerpo humano. Por más avanzados que sean, siguen teniendo problemas para moverse en entornos no controlados y manipular objetos cotidianos puede ser un auténtico desafío.

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