Mil días después del inicio de la invasión rusa, los ucranianos mantienen la determinación de seguir luchando, pese a la creciente incertidumbre sobre el futuro apoyo de sus aliados y de una intensa presión militar por parte de Moscú.
Lo que más echa de menos Irina, de Mariúpol, una ciudad costera destruida por Rusia, es el mar.
Esta desplazada de 62 años lo pinta con frecuencia cuando intenta trasladar al lienzo su dolor y sus esperanzas, en una pequeña habitación de Leópolis (oeste) que acoge ahora a la antigua escuela de bellas artes de Mariúpol.
Pero sus expectativas de volver a verlo pronto se están desvaneciendo, admite a EFE la mujer, con lágrimas en los ojos.
Incertidumbre y esperanza
“Ahora que Trump ha ganado, puede obligarnos a ceder nuestros territorios ocupados. Si recorta la asistencia militar, ¿qué vamos a hacer?”, se preguntó, en alusión a la victoria del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos.
Mientras Mariúpol esté bajo control ruso, regresar allí está descartado. “Me detendrán de inmediato, me obligarán a hablar mal de Ucrania. Nunca lo haré”, explicó Irina.
Muchos desplazados están preocupados por su futuro, ya que reciben poca asistencia del Estado. El marido de Irina está dispuesto a unirse al Ejército, pese a contar ya 55 años de edad.
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